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La casa de Bernarda Alba podría contarse desde la postura de Bernarda como la historia de una mujer que quería lo mejor para sus hijas. Una madre pragmática, realista, que conocía el mundo en el que vivía y que no dudó en usar toda su energía para frenar los impulsos anárquicos del instinto sexual. Una mujer consciente de la dureza de las normas sociales y del juicio dogmático de sus vecinos. Pero también podría contarse, desde la postura de Adela, como una pesadilla en la que una madre paranoide, deshumanizada y sin empatía encierra a sus hijas para guardar un luto absurdo de ocho años que puede acabar con la vida de todas.